martes, 7 de abril de 2020

CUARENTENA. Los tiempos del coronavirus.


Nunca en nuestra vida hubiésemos imaginado estar en esta situación ni en una remotamente parecida. He leído a alguien que comentaba que nos estamos construyendo la batallita que les contaremos a nuestros hijos -mejor aún: a nuestros nietos-algún día:

"(Mucho) antes de que nacieseis, nos tuvimos que encerrar en casa durante x meses / semanas, porque hubo una epidemia mundial provocada por lo que llamábamos el coronavirus. 
Quedamos cada uno "atrapado" en la casa en que estuviera en ese preciso momento -14 de marzo de 2020-: vuestro padre/abuelo y yo en nuestro mini-piso de entonces, con sus 38 metros construidos; vuestro tío Pacho en la casita que teníamos en un pueblecito de Burgos de 10 habitantes, que durante ese periodo tan extraordinario duplicó su población gracias a los madrileños, entre ellos Pacho y sus amigos (¿conocerán nuestros hijos/nietos La Gallega? ojalá sí); el abuelo/bisabuelo Jami en Comillas, haciendo la mudanza de su casa nueva de Losvia; la abuela/bisabuela Cristina en casa de Luis pero trabajando sin descanso; los abuelos/bisabuelos Lita y Paco en casa en Granada... 
Fueron días de lo más extraños, de pura tranquilidad y a la vez una curiosa hiperactividad por buscar con qué entretenernos, en los que limpiábamos más que nunca, cocinábamos más que nunca, leíamos más que nunca... E incluso, por más extraño que pueda parecer, hablábamos más que nunca con la gente que queríamos. Esos días comprendimos lo que era de verdad importante."

Ya superada la fase de adaptación, que nos ha costado un poquito -sobre todo a mí, con días de una angustia difícil de contener-, hemos pasado a un estado de calma dulce. Hemos perdido en cierta manera la noción del tiempo, ya casi nunca sabemos si es martes o viernes o si estamos aún en marzo o ya ha llegado abril. (Nota: ahora mismo es Martes Santo, 7 de abril). Tenemos algunos hábitos, aunque ninguno tan marcado como la salida a "los balcones" (en nuestro caso, sacamos la cabeza por la ventana a falta de balcón...) todos los días a las 20h para aplaudir a los héroes de la pandemia: el personal sanitario, las fuerzas de seguridad, los trabajadores de la cadena de suministro. La verdad es que, para mí, es el momento más feliz del día, llegando en ocasiones a arrancarme alguna lágrima.

Vamos conociendo -aunque sea solo de vista- a nuestros vecinos de los edificios de enfrente: la madre e hija que se asoman por la ventana abuhardillada y que no se parecen físicamente en nada, la madre siempre fiel al momento de homenaje y la hija algo menos constante; la vecina que, cuando aún era de noche a las ocho de la tarde, se asomaba con su casa completamente a oscuras de forma que era imposible determinar si era una mujer, un hombre, su edad... y que desde que se ha hecho de día con el cambio de hora ya veo que es una señora mayor, con aspecto frágil, pero que aún así aplaude con una energía contagiosa y de la que todos los días me despido agitando la mano e incluso a veces lanzándonos un beso en la distancia; la madre rubia con su niño de unos dos años, que se llama Jacobo y que tiene una máquina de hacer pompas que alegra la calle, acompañados en ocasiones de la abuela materna, una señora con aspecto de extranjera, me imagino que es una señora inglesa elegante que lleva ya muchos años en España. El show diario que acompaña los aplausos está siempre compuesto por el Himno de España, Resistiré -que pasó de la versión del Dúo Dinámico a la de los artistas de Cadena 100-, Volveremos a brindar -compuesta para la pandemia por una chica para mí desconocida- y, a veces, con el electro-latino de Quédate en Casa -también "especial coronavirus"-. Algunos días se añade un Cumpleaños Feliz, siempre que algún vecino advierte el día anterior que hay algún cumple en su casa. De fondo escuchamos las sirenas de los coches de policía, que se unen al homenaje y responden agradeciendo a todos que nos quedemos en casa. A mí, en mi cursilería característica, me resulta un ratito mágico.

También hemos aprendido algunas cosas.

Lo primero, a no tomarnos muy en cuenta el uno al otro cuando tenemos malas contestaciones. Esto a mí particularmente siempre me ha costado mucho, porque soy una sensiblona -la dramas, diría Julián-, pero en estas circunstancias me resulta algo más sencillo porque me doy cuenta de que estando confinados es imposible estar siempre de buen humor. Tan fácil como eso. Espero mantenerlo cuando acabe.

Lo segundo, he tomado distancia de la situación tan tremenda que vivimos y de la sobredosis informativa que nos inunda. Los grupos de whatsapp echan humo con las cadenas de textos, vídeos e imágenes con teórica información (a veces cierta, la mayoría desgraciadamente bulos), consejos, chistes, ideas... La televisión se dedica casi en exclusiva a informar también, sobando tanto los temas que inevitablemente cae en el amarillismo y el morbo al que ya están tan acostumbrados. Es una avalancha tal, que a mí dejó de hacerme bien: empezó a crearme ansiedad. Así que he desarrollado una capacidad de abstracción estupenda para mantener la salud mental. Esto a Julián le está costando más. O a lo mejor es que no lo necesita, no lo tengo muy claro.

Por otro lado, estoy dedicando muchísimo tiempo a cosas que normalmente no soy capaz de hacer. Estoy aprendiendo recetas, innovando en la cocina, creando menús semanales sanos con considerables cantidades de legumbre, pescado y, sobre todo, mucha fruta y verdura. La carne casi ni asoma por aquí. He completado la limpieza de ropa (en vista a que nos mudaremos a un piso sin trastero y no me va a caber la barbaridad que tenía) y he ordenado los cajones de mi armario doblando en vertical a lo Marie Kondo. Solo quiero hacerles fotos y enseñarlas a todo el mundo. Vemos varias películas a la semana -y en general estamos eligiendo muy bien!- y seguimos series juntos.

Tratamos también de contribuir algo al mantenimiento de la poca hostelería que se mantiene aún operativa con el envío a domicilio, pidiendo una vez a la semana: los viernes son nuestro día de fiesta. De igual forma, yo intento comprar cosas en comercios españoles y lo más cercanos posible siempre que permitan el envío aplazado a cuando ya hayamos vuelto a la normalidad. Siento que somos unos privilegiados porque no vamos a sentir en nuestras propias carnes la crisis que se nos viene encima y eso nos da una cierta responsabilidad en apoyar a otros para que sus crisis sean cuanto menos incisivas, mejor.

En resumen, todo esto está suponiendo un reto considerable para todos. Y eso que, como digo, aprecio que mi reto es muy pequeño comparado con el de muchos otros. Igualmente trato de tomármelo como un periodo de aprendizaje. Ojalá nos dure. El aprendizaje, no el confinamiento.


martes, 25 de febrero de 2020

PRÓLOGO DE 2020

Sí, sé que llego un poco tarde, pero aunque no haya hecho aún una recopilación estricta de mis propósitos, sí que los he ido masticando. Mejor así que con la ansiedad del año nuevo, ¿no? Aquí van:

- Leer más. "Más", si es comparado con 2019, estaría absolutamente chupado, porque sencillamente no leí absolutamente nada! Jajajaja pero igualmente, leer más que la media de los últimos años- Digamos que con un libro por mes me doy por satisfecha! A día de hoy tengo 2 completados (los de Carmen Mola -La novia gitana y La red púrpura-, uno a punto -El extraño verano de Tom Harvey- y otro a medias -Sapiens-... Quiero recuperar mi afición por la buena lectura. Y, con ella, por la escritura. A ver si puede ser.

- Alimentarme mejor. En concreto, estoy incorporando la fruta (que siempre me ha dado muchísima pereza). Por el momento está siendo clave tenerla cortada y combinada de dos en dos variedades (papaya y fresa, piña y frambuesas, kiwi y arándanos...). Así se me quita la pereza totalmente, de hecho espero con ganas el momento fruta! En el desayuno, la media mañana o la media tarde. A veces, de postre. Mmmm!

- Aprender historia. Recuperar el -probablemente escaso- conocimiento que algún día tuve y ampliarlo. Quizá con el podcast de Nieves Concostrina, creo que puede ser un buen punto de partida. También me apetece leer la Historia de España de Pérez Reverte, aunque me da rabia no poder leerlo desde una perspectiva crítica por no saber suficiente.

- Tener paz, disfrutar del silencio, de las tardes de sofá, de la música. Después de un año vertiginoso, necesito serenidad.

- Reducir el drama, luchar contra mi revolución hormonal permanente y no sacar las cosas de madre cuando no corresponde. Esto es súper importante para la serenidad, pero sobre todo para no quemar al pobre Julián, que lo tengo frito y con razón. Potenciar mi lado alegre y calmar el ansioso!

- Lo del culo siempre seguirá pendiente, aunque reconozco que cada vez me resulta menos importante... Aunque la salud no debería de serlo y eso implicaría ejercicio, pero no tengo motivación alguna en esta sección. Podría proponerme andar, en todo caso. Veremos si lo ataco.


miércoles, 22 de enero de 2020

COSAS QUE ME ENCANTARÍA HACER CONTIGO


COSAS QUE ME ENCANTARÍA HACER CONTIGO (BUCKET LIST MARTIÑOS)

Tenía esta lista escrita en septiembre de 2018 sin publicar y, ahora que la he encontrado necesito publicarla sin tocar un pelo porque es algo maravilloso... CASI PLENO. En poco más de un año...

- Enseñarte Sigüenza y presentarte a la nonna
- Comer un buen ragù en Bologna
- Ir al cine
- Dar una vuelta en vespa, a ser posible en Roma
- Recorrer Cuba entera en coche
- Cocinar una buena paella
- Ir a un concierto de Arctic Monkeys
- Montar en globo
- Hacer una cena de Acción de Gracias con amigos queridos
- Ver la Aurora Boreal
- Darnos un homenaje en Viridiana
- Construir un mueble para casa
- Adoptar un perro

Y sobre todo... Tener unos hijos felices y buenos.

** Comentarios empezando 2020: 

- Por supuesto te he enseñado Sigu (incluso en fiestas) y te he presentado a la nonna, a quien fue y quien sigue siendo para mí. Yo creo que debe ser casi como si la hubieras conocido en persona. 

- Hemos comido maravillosos ragùs en Bologna en no uno sino dos increíbles viajes. En el primero te enamoraste de la ciudad al mismo nivel que yo y en el segundo... Me pediste la mano. Ni más ni menos. Ojo ahí la premonición. 

- Hemos ido al cine. No recuerdo ni siquiera qué vimos... Pero sé que fuimos. Y seguro que yo me dormí, pero no pasa nada porque me hizo feliz estar allí contigo. 

- Dimos una vuelta en vespa, aunque fue en Madrid por tu cumple y no por Roma. Podemos completar mi deseo, no hay problema. 

- Volvimos a Cuba. No la recorrimos entera en coche, pero nos empapamos de La Habana como queríamos. 

- Paella no hemos hecho! Solo risotto :).

- Fuimos a un concierto de Arctic, en julio de 2019, en el Mad Cool. Lo odiamos. Los dos! 

- Montamos en globo en Queenstown, Nueva Zelanda, como parte de nuestro viaje de novios. Fue el inolvidable regalo de tu hermano Fran y familia. Y fue todavía mejor de lo que me había imaginado.

- Nos dimos el homenaje en Viridiana, también en 2019. Y lo gozamos. Tanto que los dos sabemos que lo vamos a repetir. 

- No hemos invitado a una cena de Acción de Gracias... PERO hemos hecho acopio de todo tipo de artilugios para que cuando por fin la hagamos sea la más bonita de todos los tiempos: una vajilla hecha a mano maravillosa, unas fuentes de cerámica de Portugal preciosas y muy alegres, un mantel muy especial con servilletas bordados de Ecuador, una cubertería preciosa y súper completa, otra cubertería adicional de pescado que quita el hipo y con una historia detrás que nos toca la patata... Y lo mejor es que todo han sido regalos de boda de gente a la que adoramos.

Nos falta, por tanto, cocinar paella, recorrer Roma y el este cubano, ver una aurora boreal, hacer la cena de Acción de Gracias, construir un mueble para nuestra casa, adoptar un perro y tener hijos felices y buenos. Qué maravilla. Además no tengo duda alguna de que las haremos todas. Bueno, hay una que muy probablemente no, pero será porque lo decidamos ambos. 

Te quiero. Ese es el resumen de todo.

martes, 19 de marzo de 2019

AY MI MADRE... QUE ME CASO!

Es curioso. Por un lado pienso... Pues hija, ya ves tú, no eres la primera (eso desde luego) ni la última (aunque casi). Pero por otro (y este otro gana el 99% de las batallas): AY DIOS MÍO.

Y es que no es nada ligero. No es una decisión irrelevante. No es algo que pasa porque es natural. O bueno, sí, es natural, pero no es fácil. No es trivial. Es importante, es trascendental. Es mágico... Encontrar a tu persona y tomar la decisión definitiva -diaria, de eso me doy cuenta desde ya- de que seguirá siendo tu persona siempre, en todo momento: en los fáciles, los difíciles y los regulares. Y, encima de todo esto, que la decisión sea recíproca. ¿Cómo no voy a flipar?

Doy gracias infinitas a Dios por haberlo puesto en mi camino. Es en serio, creo que soy la persona más afortunada del mundo por haberlo encontrado y que él me haya encontrado a mí. Es bueno, es noble, es cariñoso, es detallista, es divertido, es trabajador. También es cabezota, quejica y puñetero muchas veces. Pero nada de eso importa, porque es el más valiente del mundo y pide perdón cuando toca. Eso es lo más difícil de todo, y él lo hace genial. Le cuesta, y aún así lo hace, porque me quiere y porque él también es consciente de que esta es una decisión diaria. Yo en eso soy infinitamente más terca, por eso valoro tanto su esfuerzo y admiro su valentía. Le quiero tanto que me cuesta explicarlo.

De paso, como si fuera poco, la grandeza de todo esto me está acercando a Dios. Porque es la única explicación posible de esta perfección. Nosotros no somos ni mucho menos perfectos, nuestros días no van a ser perfectos, nuestra casa no va a ser perfecta... Y sin embargo siento que nuestro amor es y será perfecto porque está por encima de nosotros. Es más grande, más fuerte. Es la razón de todo. Afortunadamente. Me queda mucho por aprender y entender, pero en ello ando.

Me muero de ganas de poder decir que somos una familia de verdad. Y que nuestra familia empezó a ser en un día precioso, porque será precioso llueva, truene o se caiga la electricidad de toda la provincia: todas las personas que nos quieren y a las que queremos van a estar con nosotros -de una forma u otra-. No se me ocurre nada más bonito...


lunes, 17 de septiembre de 2018

VENGA, QUE ME MOJO

Voy a mojarme en cuestiones de lo más trascendentales y necesarias para la vida de todos. Que se abra el debate. Mundial, a ser posible.
  • NO al traje sin calcetines.
  • NO al tanga-short. En serio, por muy buen culo que tengas. No hay necesidad de enseñarlo sin tapujos, lo vamos a admirar igual. Un buen culo sigue siendo un buen culo aunque vaya cubierto -siempre que no sea con una manta zamorana, se entiende-. 
  • NO a las cejas pintadas. Me refiero a las cejas carentes de pelo y recompuestas a base de lápiz o similar.
  • NO a las uñas-garra-picuda, ni a las de gel largas con terminación cuadrada. 
  • NO a las Dr. Martens de caña alta y suela tocha. Menos aún si eres una persona de dimensiones escuetas. No, no y no. 
  • NO a las zapatillas gigantonas de tipo galáctico que poco a poco nos inundan. Las Fila siempre fueron horrorosas, pero meritoriamente se van superando a sí mismas. Balenciaga está haciendo mucho daño.
  • NO al maquillaje efecto máscara, ese que cubre con una capa de dos centímetros la piel. Lo he visto mucho en Londres y en las típicas fotos de Instagram de influencers de estética. Me parece un espanto... Con lo bonitas que son las pecas, por ejemplo. 
Luego aparte están otros temas que se ven en pasarelas y alguna que otra famosilla (o famosaza, ese no es el punto), pero que gracias al cielo al menos no parece que se hayan trasladado a las aceras reales con demasiado éxito. Temas como las botas de plástico transparente (se agradece la falta de difusión, aunque imagino que los podólogos estarán más tristes que yo porque verían en ellas grandes aliadas para lanzarse al estrellato definitivo). Prefiero no rebuscar más en el imaginario, que últimamente duermo regular y seguro que esto no ayuda. 

Ojo, que estoy hablando sólo de mi criterio estético. Soy fan de la libertad personal, pero no por eso me tiene que parecer todo bonito en esta vida. ¿Que no importa un carajo lo que a mí me parece bonito? Pues también, pero este es mi blog y aquí vengo a opinar, aunque sea irrelevante. Aparte que no me lee ni el tato jajajajajaja!

lunes, 9 de julio de 2018

MI NONNA

Este año, el 20 de septiembre, hará veinte años del final de aquellos doce y pico en los que, casi con toda certeza, ella fue la persona más importante de mi vida.

No había nada como la suavidad de su piel, llena de arrugas (recuerdo una cantidad seguramente exagerada porque, aunque para mí era poco menos que una anciana, según me voy haciendo mayor me doy cuenta de que estaba muy lejos de serlo). Era una piel blandita, flexible, con un tacto tan aterciopelado... Sonrío al pensar que las dos cosas que más me gustaban de ella -la piel, algo descolgada por sus años, y el pelo blanco maravilloso desde mucho antes de ser lógico- eran posiblemente las que menos le gustaban a ella de sí misma. Porque aunque no le gustase parecer coqueta, yo creo que sí lo era. Y, opiniones aparte, era una auténtica belleza.

Lo que más me gustaba del mundo era que me hiciese "masajitos" en la espalda, que en realidad más que masajes eran dibujos que hacía con las yemas de sus dedos en mi espalda mientras yo, tumbada boca abajo y con los ojos cerrados, le pedía que me contase un cuento. Siempre me contaba cuentos y siempre eran distintos. Me pedía que escogiera dos o tres animales, y con eso tiraba y construía la historia de esa noche. Era el mejor momento del día.

Su pedicura siempre en rojo Ferrari, sus imponentes piernas largas y delgadas. Como más las recuerdo es con ellas cruzadas una sobre la otra y extendidas a lo largo de su sofá, el de la ventana que salía a la terraza. Ese cruce de piernas era para mí la elegancia materializada.

Esa terraza en la que cuidaba sus plantas, que a veces le devolvían sustos en vez de cariño. Como las adelfas, que le atacaban los ojos y continuamente le hacían heridas. Qué miedo le daba que me acercara a las adelfas... Es una de las razones por las que me encanta ir en coche a Andalucía (me pasaba también en California): las carreteras llenas de adelfas con flores blancas y rosas. Para mí es ella cuidándome.

Los regalitos debajo de la servilleta cada vez que comíamos con mis padres y/o alguna amiga en el comedor. Su aprobación inmediata cada vez que quería invitarlas a dormir. La forma de consentirme siempre, con lo caprichosa que yo era: que si las galletas, que eran mi perdición y a las que se suponía que no debía ni acercarme por mi precoz colesterol; que si las colecciones que se llevaban en cada momento: las de cromos, gogos, tazos, chupetes-delfines colgantes... cualquiera; que si la rolling pizza o la comida basura x del momento; que si la tómbola de Sigüenza... En esto era la auténtica abuela española. Siempre decía que sí. Y me imagino que mis padres desesperaban.

El tuquecrés: cada fin de semana, después de independizarnos, dormía en su casa y ella me preguntaba qué quería de cenar... Yo siempre le respondía "¿tú qué crees?", porque irremediablemente cada fin de semana quería pasta, por supuesto. A ver, era mi nonna, ¡qué iba a querer si no! Me gustaba cuanto más pequeñita mejor, siempre con ragú. Cuando no me tocaba a mí elegir, había también terrín, librillos, filetes rusos, guisantes con jamón, camembert al horno. Los tuppers blancos hexagonales de ración individual congelados y con el contenido escrito a lápiz encima de los restos de mil otros mensajes anteriores. El queso antes del postre. La fruta obligatoria. Quizá mi nonna no era la mejor cocinera del mundo, o al menos no la más innovadora, pero a mí me encantaba su comida -sobre todo el tuquecrés- y sigo echándola de menos.

Las hojas enormes en las que transcribía las notas cuando corregía controles, con la mesa del comedor completamente cubierta de papeles y pilot rojo en mano. Cómo me echaba de allí cuando los que corregía eran de mis amigos. Cuando por la mañana me decía "hoy en el C tenemos control de Naturales, pero me parece que me voy a olvidar...". Me hacía cómplice de sus travesuras y era como si fuésemos dos amigas de 8 años.

Nuestras tardes de chicas en el Corte Inglés, que por supuesto se conocía de memoria y por el que paseaba como si fuera el salón de su casa. Esas veces en que, para compensar las horas de recados, me invitaba a tortitas en la cafetería. Cuando comprábamos "el disco del mes", porque nada le gustaba más que lo que yo disfrutaba la música y quería fomentarlo todo lo posible. Bueno sí, al mismo nivel estaba su orgullo por lo que me fascinaba leer. Por eso nuestras visitas a Ontanilla, la librería de siempre, eran eternas. Me dejaba llevarme todos los libros que quisiera (si me pasaba de avariciosa, María nos guardaba alguno para la siguiente visita).

Sus mitones de piel para conducir y no quemarse con el volante. Lo bien que conducía, lo independiente que era. Su autonomía, nunca pareció necesitar a nadie. Sus "martes fémina" en los que merendaba con sus amigas viudas. El mejor ejemplo de mujer fuerte y valiente lo tuve tan cerca!

Los dos viajes a Italia que tuvimos tiempo de hacer: Venecia y Roma. Supieron a muy poquito, pero me enamoraron para siempre del país más delicioso (literalmente) del mundo. A la primera fuimos en Carnaval y me regaló un vestido maravilloso de veneciana, con máscara y todo, con el que me sentía la princesa más guapa de toda Italia. A esto también ayudaba el millón de chinitos que me hacían fotos por la calle. Dejamos de contar cuando llegamos a doscientas. Como era febrero y hacía un frío de narices, se empeñaba en vestirme con leotardos y pantalones y jerséis y mil capas más debajo del vestido, cosa que evidentemente me hacía perder una dosis importante de glamour. En Roma recuerdo sobre todo una deliciosa pizza en Piazza Navona, después de enseñarme con orgullo el Palazzo Braschi. Bueno, y el impacto que me provocó el Coliseo. Era lo más impresionante que había visto nunca. Lo feliz que fue enseñándome sus raíces, que son también las mías.

Su canturreo entre dientes y sin oído alguno cuando se encabronaba por algo e intentaba no montar el pollo... Su falta total de ritmo/coordinación para el baile y el cante y lo poco que le importaba. Su cancioncita tocando la campana cuando tocaba volver a clase: "Se acabó el recreeeeeo, y empezó otro nueeeevo...". Lo mucho que le gustaba Libertad sin Ira. Y el chotis, le encantaba cantarme "Pi-chi..." porque me reía un montón. Aunque yo siempre quería cantar Los Nardos. Cómo imitaba el acento castizo y me intentaba explicar lo que era. También canciones en italiano, claro está! Sigo cantando Capuccetto Rosso, aunque la he buscado y, (i) se ve que nosotras nos quedamos ancladas en la primera estrofa, pero hay varias más; y (ii) la letra de esa primera estrofa que cantaba mi nonna es más o menos un 50% inventada. No me sorprende tanto, en realidad. El gen cantautor del Pater ya tiene explicación.

Aquella vez que -por iniciativa suya, lo prometo- me ayudó a mentir a mis padres y les dijo que un "NM" en Naturales significaba "Nunca Mejor" (en vez de "Necesita Mejorar"), para luego ponerme a estudiar como una loca en su casa hasta recuperar la nota del control con Don Eduardo. Aún recuerdo que era sobre las propiedades de la materia: dureza, tenacidad, ductilidad, maleabilidad... y también que no había suspendido por no entenderlo, como le dije muerta de vergüenza y bochorno, sino porque no me lo había estudiado, la verdad. Pero eso sí que no podía reconocérselo porque sentía que la decepcionaría demasiado y eso sí que jamás.

El día que, pese a que mis padres me habían pedido insistentemente que guardase el secreto para darle ellos la noticia, le solté en mitad del garaje de su casa que iba a tener un hermanito y casi se cae de culo en el sitio. Compartir nuestra emoción. Morir juntas de nervios por conocerle.

Mi nonna era la única nonna o, al menos, yo no conocía más. Aquí no había. Y aunque la mitad de mis amigos intentasen llamarla así (en realidad todos decían "nona" y yo no podía de los nervios de la mala pronunciación), era solo MI nonna. A la satisfacción que antes me producía esa exclusividad ahora se añade una pizca de tristeza, porque fui la única con esa suerte inmensa y a lo mejor eso es un poco egoísta. Soy la más afortunada, es un hecho. Porque, además de ser la única nonna, era la mejor que nadie podría haber tenido.

Nonna, mi manchi tantissimo ancora. Ci vediamo presto o più tardi, ma comunque ci vediamo. 

Ti voglio bene,
L'amore della nonna

viernes, 1 de junio de 2018

LA FELICIDAD ESTÁ EN LAS PEQUEÑAS COSAS

(lunes, 21 de mayo de 2018)

Empiezo la semana despertando antes de que suena la alarma. Eso siempre es buena señal, la alarma suele ser una paliza a mi espíritu.

Además, es mi santo! Recibo llamadas cariñosas y mensajes desde primera hora. En un arrebato de lunes a las 8:30 de la mañana, organizamos una cena con amigos para el sábado noche, post-final de la Champions.

Acompaño a Pacho andando a su curro de verano y hablando de trajes y de elegancia masculina. Cosas de adultos. Me gusta ver que se ha hecho mayor y que ahora los 10 años que nos separan no significan casi nada.

Cenamos con amigos, nos reímos mucho, comemos queso y nos acostamos prontito. Vaya día más perfecto.